El Ave Alquimista. Metáforas con PNL
El Ave Alquimista
Metáforas con PNL
A continuación se presenta una metáfora realizada con herramientas de Programación neurolingüística para un cliente.
Era un típico bosque lleno de abetos y de robles. En un árbol muy alto y hueco vivía un ave alquimista, El escaso follaje de aquél viejo tronco le permitía contemplar toda la hondonada del bosque, extasiarse admirando los primeros tonos dorados del amanecer, y también los rojos y lilas del anochecer antes de irse a dormir.
Las aves del bosque le pedían ungüento y pociones para curarse. Su fama fue creciendo y cada vez más animalitos del bosque venían a pedirle medicamentos para lo que les ocurre cada día, por lo que le fue necesario buscar nuevas plantas, raíces y cortezas para preparar las soluciones que le solicitaban. El ave alquimista se fue llenando de todo tipo de hongos, helechos y demás elementos que necesitaba, pues era mucho lo que había de preparar, algo que realmente le gustaba hacer, que llegó el momento en que se sintió molesta por no encontrar la seta, hoja o raíz que necesitaba de entre tantas cosas. También estaba muy fastidiada pues ya hacia rato que no disfrutaba de los rojos atardeceres o la serenidad que le embargaba al contemplar como se va tiñendo en las primeras horas de cada día. Y todo esto lo tenia físicamente cansada y muy incómoda.
Un día, estaba dando vueltas en el redondo espacio del tronco y no se dió cuenta que una oruga la observaba atentamente. Cuando se percató de la mirada fija en cada uno de sus movimientos, se molestó y le dijo:
– Si vas a estar allí, puedes al menos ayudarme a poner un poco de orden en todo esto…!
La oruga tranquilamente avanzó un poco y miró alrededor observándolo todo. Lentamente respondió:
– Yo podría arreglar aquí, pero eso no te ayudará en mucho, pues yo no sé como puede ser más práctico y mejor para ti. Si te sirve acomodar según sean hojas o raíces, o por los efectos que éstos producen. En mi país, el país de las mariposas, cuando nos sucede algo así… que nos causa gran desasosiego y confusión, sabemos que es hora de hacer un capullo y dejar a la Madre Naturaleza que obre con su sabiduría.
El ave alquimista se quedó reflexionando profundamente en las palabras de la oruga, y observando el paisaje desde aquella altura, escuchó el último viento del verano con su cálido canto envolvente, y su memoria cabalgó sobre las nubes hasta la voz de su maestro cuando él era un polluelo con el plumaje incompleto aún. Los aromas del nido, en aquél bosque de eucaliptos de sus primeros vuelos, lo invadieron por completo.
Su maestro, un ave previsora, almacenaba cuidadosamente durante el verano gran cantidad de semillas e insectos suficientes para que nada faltara a su familia durante el invierno. Siempre era apropiada la cantidad y su distribución a fin de que estuviera todo muy sabroso en el momento de comerlo. Las palabras del viejo Búho, tantas veces escuchadas en las incontables idas y vueltas al almacén invernal, resonaron ahora en las paredes de su tronco alto y hueco:
-” Todo está en saber acomodar, primero lo primero… y después… todo lo demás! “
“Primero lo primero…” un mosaico de imágenes de su diario ir y venir comenzó a desfilar ante él… el canto de la alondra, el zumbido de las abejas… el aroma del pino y del almizcle…
” Primero lo primero… ” había sin duda ingredientes que eran necesarios en casi todas sus soluciones, ungüentos y remedios que preparaba constantemente: como el agua del manantial de la cueva oculta, gotas diamantadas dei viejo roble de cien años, corteza de eucalipto y de copinol…, y otras que necesitaba sólo en los casos más especiales y poco frecuentes; algunos hongos requerían de guardarse con cierto cuidado para su mejor aprovechamiento.
Y clave alquimista vio muy claramente ante él cual era el primer paso para poner en orden todo lo que necesitaba para seguir preparando las soluciones que le pedían, cosa que le gustaba mucho hacer, y la forma en que esto le ayudará a disfrutarlo más además de permitirle más ratos de descanso y el tiempo para extasiarse con las tonalidades que cantan en el cielo despidiendo cada día y gozar con cada dorado amanecer los felices augurios que trae cada jornada…
El cliente de esta metáfora es director de un departamento universitario. Reportó que tenia su oficina muy desordenada y perdía mucho tiempo en encontrar los datos que necesitaba cuando se lo pedían los maestros, muchos de los cuales coordinaba. Su afición por acampar y disfrutar de la naturaleza no encontraba espacio en su agenda ni en su ánimo. Su objetivo era encontrar un acomodo práctico para su oficina y la tranquilidad para disfrutar sus descansos más de acuerdo a sus preferencias y deseos.
Hilda Montero