COVID-19: LA PNL PARA TIEMPOS DE INCERTIDUMBRE

“Lo importante no es mantenerse vivo sino mantenerse humano” (George Orwell)

Me siento afortunada de vivir este momento histórico en el que todos nos confrontamos de alguna manera con nuestra humanidad ante la pandemia por el COVID-19. Este momento en el que nuestra especie ordena su escala de valores esenciales, cuestiona sus propias creencias, recrea sus inagotables recursos y se calibra a sí mismo para reconocerse capaz de vivir en un contexto adverso y de incertidumbres.

Uno de los mayores retos para quienes amamos la humanidad, es encontrar las certezas en las capacidades humanas del diario vivir, es decir, los recursos inherentes a nuestra naturaleza que no dependen de las circunstancias que vivimos. Para descubrirlos nos es sumamente útil la Programación Neurolingüística, siendo esta un excelente recurso para encontrar alternativas que nos permitan adaptarnos a cualquier cambio.

Es una realidad que el coronavirus (COVID-19) ha llegado a todos sistémicamente, e inevitablemente nos exige en diversas medidas, un cambio en nuestro estilo de vida, más es necesario identificar la estructura mental que estamos dando a esta experiencia, porque esta manera de pensar, consecuentemente nos dará estados emocionales y comportamientos concretos.

Ciertamente que la realidad es interpretada de manera subjetiva por los filtros de percepción que cada persona tiene, más existe también la posibilidad de generar un nuevo marco de referencia que nos sea más funcional. Por ejemplo, podríamos mirar en noticieros, redes sociales y otros medios, un panorama fatal que muestre el desabasto de recursos médicos y económicos, o centrarnos en cifras de personas contagiadas o muertas por coronavirus, preguntarnos infinidad de veces ¿por qué ocurre esto? ¿cuándo va a terminar? ¿será real la existencia de esta pandemia? etc. Si el filtro de todos fuera sólo este, nuestro mayor conflicto sería tal vez, un pánico generalizado y las consecuencias serían aún peores de las que deja el mismo virus. Ante esta premisa, sería importante pensar más en nuestros “objetivos” ante esta pandemia, preguntarnos ¿cómo podemos cuidar nuestra salud? ¿cómo estar presente para nuestros seres queridos, aún en la distancia? ¿cómo sacar a delante nuestros trabajos? ¿cómo organizar nuestro espacio, tiempo y dinero para cubrir las necesidades? etc. Que, al mirar la realidad en otros lugares o personas, nos sirva de retroalimentación y modelaje para evitar aquello que ha sido desfavorable y sobre todo imitar lo que ha hecho bien, aunque no sea con lo que estamos acostumbrados, aunque tengamos que hacer modificaciones en nuestros mapas y filtros para responder con mayor habilidad y creatividad a esta nueva manera de hacer las cosas.

Este proceso de adaptación ha puesto prueba algunas de nuestras capacidades humanas tales como el aprendizaje, empatía y comunicación.
Nuestros aprendizajes traducidos en rutinas o hábitos, son las maneras en que nuestro cerebro ya estaba acostumbrado a hacer las cosas, y ahora necesitan ser desaprendidas para poder reaprender; esto implica primero, ser conscientes que esas rutinas o hábitos temporalmente no nos serán funcionales y poder encontrar nuevas competencias, que a través de la práctica finalmente serán nuevas habilidades aprendidas. Es así como todos los docentes estamos aprendiendo a desarrollar clases en plataformas, los terapeutas dan atención por viedeollamas, se generan infinidad de ventas y cursos online, aplicaciones de entretenimiento están en auge, muchos negocios organizan sus servicios y a sus clientes con medidas sanitarias, personas ponen sus talentos a disposición de otros, etc.
Además de nuevos procesos de aprendizaje, esta contingencia por covid-19  nos exige también, en gran medida de empatía, porque necesitamos de un pensamiento ecológico que nos haga decidir responsablemente pensando en el bienestar de todo y todos; una empatía que nos ayude a vivir en adelante con profundo respeto a la vida.

Y por último considerar el invaluable proceso de la comunicación, que nos ofrece dos alternativas: por un lado, la comunicación “face to face” con quienes vivimos, y por otro, una nueva e impresionante comunicación virtual. Ambas nos brindan una gran oportunidad para interactuar con los demás no sólo desde lo que expresamos verbalmente, sino también para desarrollar habilidades de escucha, esa que nos hace capaces de captar las sutilezas del lenguaje, la que descubre el mensaje reflejado en posturas, gestos, tonos de voz, etc., la que nos hace capaces de percibir el estado de ánimo de quien está del otro lado de la pantalla o sentado a nuestro lado, una escucha más humana, libre de prejuicios porque se está en atención plena para el otro, casi sin el pretexto de no tener tiempo.
Me entusiasma darme cuenta como durante esta cuarentena, muchas personas utilizan de manera intuitiva las herramientas de Programación Neurolingüística para hacer posible que lo ordinario se vuelva extraordinario, y cuando el coronavirus ya no sea una amenaza, nosotros tampoco seremos los mismos porque habremos desarrollado mayor resiliencia, creatividad y libertad, porque nos reconoceremos más humanos y con la certeza firme de que podemos con lo que vivimos.